Transformers: La Era de la Extinción (Transformers: Age of Extinction), de Michael Bay

Cuando parecía que los Transformers habían dado carpetazo a su aventura cinematográfica dejando libre a Michael Bay para que volviese a realizar proyectos más acorde con su personalidad, a Paramount se le ocurrió continuar la franquicia. Y la querían seguir con Bay, quien con cada nueva entrega de los robots declaraba que sería la última que dirigía. Ya se sabe que donde dije digo, digo Diego, y al californiano le tendieron la trampa cuando solicitó financiación para “Pain & Gain”. Ahí Paramount vio la oportunidad de seguir poniéndole los grilletes al director, quien aceptó rodar cuarta entrega de los robots alienígenas a cambio de realizar su comedia criminal de culturistas.

De toda la filmografía del explosivo Bay las cintas de los personajes basados en las figuras de Hasbro son las que menos me gustan. Por muy espectaculares y muy buenas secuencias de acción que posean consigue lo contrario al resto de sus películas, aburrirme. También pienso que la Saga en sí carece de cualquier enganche más allá del de ver a robots gigantes soltándose estopa. Eso sin contar el error en su tono, que promociona las cintas para todos los públicos (su origen son juguetes) y se descubren estar más orientadas para jóvenes quinceañeros que comienzan a tener las hormonas desatadas. Con la cuarta entrega se pretende hacer borrón y cuenta nueva reclutando a un nuevo grupo de actores para continuar/resetear la franquicia. Parece que la presencia del nuevo amigo de Bay (Mark Wahlberg recién salido del gimnasio) puede darle al producto un tono más serio que el le daba el enfant terrible Shia LaBeouf. Nada más lejos, esto sigue siendo “Transformers” con todos sus errores (guión ininteligible plagado de malos chistes; personajes irritables; sexualización del personaje femenino al que hay que creerse como hija de Wahlberg, o creer a éste como su padre, lo mismo da; una duración desorbitada) y algún que otro acierto en forma de dos secuencias de acción que comentaré en unos párrafos adelante.

A pesar de su agotada fórmula “Tranformers: La Era de la Extinción” posee detalles de Bay de los que carecían las anteriores entregas, en especial todo lo que se refiere al nuevo portagonista, Yeager, quien sobrevive como inventor en su granja del sur esperando alcanzar su sueño de crear algo revolucionario. Yeager bien podría ser el primo lejano de aquel Stamper al que diese vida Bruce Willis en “Armageddon”. Ambos son trabajadores de naturaleza conservadora que han criado en soledad a una hija que está en plena época de romper corazones y a la que sobreprotegen cuando descubren que está liada con el rebelde sin causa de turno. Así que ya se puede imaginar qué se va a encontrar en la cuarta entrega de los robots gigantes, un ¿drama? familiar en que el amor paternofilial se ponga a prueba y evolucione aceptando los errores de cada uno de los integrantes. Muy bonito todo, si no fuera porque, de nuevo, su discurso está caduco y sólo podía funcionar en los 90 o finales de los 80.
Claro que esto no es la casa de la pradera sino Transformers y hay que continuar la historia de Optimus Prime, quien después de la gran batalla de Chicago (lo único salvable de la tercera entrega) está desaparecido. Lógico, pues los alienígenas se han convertido en proscritos de la ley. El motivo no queda del todo claro salvo el deseo de una rama del Gobierno de crear armas con la tecnólogia alienigena. Poco más se puede sacar de tanta escena de dialogo dentro de despachos salvo que el único que sabe dónde se ha metido es Stanley Tucci en plan Steve Jobs pasándoselo pipa en sustitución de John Turturro.
Para aumentar un poco la historia de los robots alienígenas con la Tierra se les convierte en causantes de la extinción de los Dinosaurios, justificando de esa manera la aparición de los Dinobots y así asegurarse la venta de juguetes en la campaña de Navidad.

La película sigue siendo un vehículo perfecto para todos los excesos de Bay. Aunque el guion sea un desastre por todos los francos el director se las ingenia para decorar cada escena con su caracterísitica brusquedad visual. En este sentido parece que ese póster de Einstein y su frase “La Imaginación es más importante que el Conocimiento” colgado en el desguace de Yaeger es toda una declaración de intenciones. A Bay muy pocas veces le interesa que los guiones sean verosimiles o estén cuidados. A él le importa que sus secuencias sean como grandes anuncios publicitarios y enganchen con secuencias de gran escala. Ya sea cuando un personaje se baje del coche (ahí cuela su conocido contrapicado chulero) o cuando los personajes corren hacia el espectador con kilos de explosiones detrás, todo debe ser grandioso e impostado en el terreno visual. Sin duda alguna en la presente cinta dos son las secuencias estrella, y en ambas la presencia de los robots es nula. La primera es la huida de la nave extraterrestre de Yeager junto a su hija Tessa y el novio de ésta. El vértigo se siente en todo momento, con los personajes suspendidos a cientos de metros del suelo. La otra es la persecución por los tejados de Hong Kong entre Yeager y el contratista al que da vida Titus Welliver. Sencillamente espectacular y adrenalínica gracias al montaje y planificación de la misma.
Como siempre, Steve Jablonsky rindió de forma loable componiendo la Banda Sonora que acompañara las imágenes cargadas de destrucción donde los reyes eran los efectos visuales.

Si bien la cinta notó un descenso en la recaudación con respecto a sus predecesoras en terreno yanqui, logró alcanzar los mil millones mundiales gracias al mercado chino, y es que rodar allí la gran secuencia de clausura ayudó sobremanera. Eso sí, para la gran mayoría del público fue la peor entrega de la franquicia (que ya es decir existiendo esa aberración de segunda entrega). Para mi gusto sigue jugando en la misma liga que las anteriores.

Lo Mejor: La persecución por los tejados de Hong Kong. Stanley Tucci es consciente del producto en que está.

Lo Peor: Poco tiene que ofrecer, tanto a nivel visual como argumental, con respecto a las anteriores.

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