Mad Max 2: El Guerrero de la Carretera (Mad Max 2: The Road Warrior»), de George Miller

La idea de seguir expandiendo el mundo creado en 1979 con “Mad Max” no estaba en la mente de Geroge Miller hasta que se cruzó en su camino el escritor Terry Hayes, quien se encargó de la novelización de la película. Entre ambos surgió una buena química que daría como fruto el desarrollo de varias ideas que no acabaron concibiéndose (entre ellas una historia titulada “Roxanne” sobre Rock and Roll), hasta que el escritor le sugirió al director continuar la historia de Max. Tomando como inspiración “El Héroe de las Mil Caras” de Joseph Campbell, Miller y Hayes, con la colaboración de Brian Hannant, escribieron la continuación de la vibrante cinta del 79, estrenada dos años después de aquella y, de nuevo, con Mel Gibson en la piel de Max Rockatansky.

El mundo ha quedado convertido en un páramo infinito a raíz de la guerra que explotó entre las diferentes naciones por el combustible. Ahora, los seres humanos vagan en sus vehículos por el desierto con la única intención de sobrevivir buscando desesperadamente la gasolina que les permita seguir avanzando.

La Forja de una Leyenda

Ya en “Mad Max” se vislumbraba un cierto animalismo en el comportamiento de la sociedad, en especial en lo que concernía a la banda de villanos motoristas (no en vano se la subtítulo en España como “Salvajes de la Autopista”). En ésta segunda entrega dicho salvajismo se expande y es donde el Universo Mad Max queda definido, adquiriendo su aura de mito cinematográfico.
En mi opinión, a través de las películas de Mad Max, George Miller ofrece su visión de un mundo post-apocaliptico, en que advierte (como muchos otros antes y después de él) sobre lo que podría suceder a raíz de una guerra definitiva que arrase con todo, dejando vestigios de viejas sociedades industriales como si fuesen esqueletos en medio del desierto donde el combustible se ha convertido en el bien más codiciado, a la vez que también muestra la parte más primitiva que florece en el ser humano a raíz de querer sobrevivir. Ya sea para describir a unos villanos grotescos que usan el miedo y la violencia para conseguir sus intereses como a unos supervivientes desconfiados que siguen creyendo en un futuro mejor, el mundo de Max destaca por mostrar las dos caras del ser humano poniendo en medio a un hombre que lo ha perdido todo y vaga en su vehículo sin más preocupación que conseguir combustible sin inmiscuirse en problemas ajenos.

La película, como sucediese en la anterior, es en esencia un western en que hay un grupo de villanos que quiere usurpar una pequeña aldea para hacerse con su tesoro y un hombre que llega y acepta ayudarlos a cambio de una recompensa (la gasolina). El aspecto de los villanos parece buscado para que representen a los indios de las películas clásicas del oeste, con ballestas como principal arma y unas vestimentas con plumas y estilo sadomasoquista, además del peinado mohawk que luce el carismático villano Wez. Al igual que el Hombre sin Nombre al que inmortalizase Clint Eastwood o los samuráis de Kurosawa, Max es parco en palabras y siempre parece moverse en su beneficio. Por supuesto, y aquí entra la inspiración de Campbell, a lo largo de su peripecia el protagonista demostrará tener buen corazón hacia los miembros del poblado, en especial creando un cierto vínculo afectivo con el inolvidable niño salvaje (no en vano, la escena más intima es cuando le regala su caja de música).

“Mad Max 2: El Guerrero de la Carretera” es una de las mejores exposiciones de cine de acción puro. En ella George Miller y su equipo elevaron la apuesta visual de la anterior creando una película que irradiaba personalidad, funcionando tanto de continuación como de forma independiente.
Tras un prólogo en que se describe cómo se ha llegado a la situación en que se encuentra el mundo y se hace un pequeño resumen de la anterior cinta explicando el origen del protagonista la pantalla se expande con el sonido de los motores a toda maquina para engullirnos en una vibrante persecución en la que aparece Max perseguido por los merodeadores punk. Así se debe empezar una cinta de acción, de lleno y con la información justa. Desde el principio hasta el final, “El Guerrero de la Carretera” es una experiencia cinética que avanza sin más freno que el indispensable para explicar la situación en que se encuentran los miembros del poblado de la refinería y el plan que urden. Todo es movimiento, acción, quedando el diálogo reducido a la mínima expresión para que sean las imágenes y el sonido las que transmitan lo que sucede.

La película se compone de imborrables set pieces donde el talento de Miller para la planificación y el montaje quedan patentes. Tal es el caso del arranque, cuando Max se enfrenta con varios miembros de la banda de Humungus a bordo de su V8 y se presenta a Wez mediante su grito tras extraerse una flecha clavada en el brazo. O la llegada de Max al poblado con el camión cisterna en compañía de Gyro y el asalto por parte de Wez y otros miembros de la banda, en la que es una secuencia angustiosa y desesperante por lograr expulsarlos del poblado. Y por supuesto el tramo final, cerca de 15 minutos de persecución en que las peleas sobre el camión cisterna, los choques entre vehículos, las explosiones y los disparos coronados con un jump-scare memorable finiquitan un trabajo cinematográfico de orfebrería sobresaliente. Para conseguir una cinta tan vibrante, que resulte creíble en todo momento, el director sitúa la cámara a ras de las persecuciones, o desde el punto de vista de los personajes, integrando al espectador en la historia y logrando toda una experiencia audiovisual.
Pero a parte de las escenas de acción, al cinta posee escenas bien planteadas, donde la épica estalle mediante los grandes escenarios australianos en que se muestra el poblado de la refinería o existan momentos tan interesantes como el rescate de Max por Gyro y lo lleve de vuelta al poblado, con el personaje casi desmayado volando sobre el desierto. La presentación del Capitán Gyro también es memorable y sería homenajeada en la posterior y tardía secuela “Fury Road” cuando el personaje aparece de entre la arena del suelo. El primer careo entre Gyro y Max me encanta, recordando la relación que tenían Eastwood y Eli Wallach en “El Bueno, el Feo y el Malo”.

El libreto es sencillo y efectivo, pero esconde grandeza en ese plantel de personajes que han acabado formando parte del imaginario del cine de acción y fantasía. A parte de Gyro a quien da vida Bruce Spence (cuyo atuendo me recuerda a un ave, pues es el personaje que conduce por los cielos) y el chico salvaje, destacan el villano sádico Wez, quien busca venganza tras la muerte de su amante/esclavo o el hipermusculoso Humungus, quien tras su máscara de hockey se vislumbra un rostro marchito y desfigurado como su alma. Es otro de los rasgos que hace grande la Saga, los personajes se definen, además de por sus actos, por su atuendo. Aquí Max queda claro que ha sufrido todo tipo de sufrimiento a través de su traje roto y desgastado, con reminiscencias a lo que le sucedió en la primera entrega. Por supuesto, el personaje no habría pasado a los anales de la Historia del Cine de no ser por Mel Gibson, quien creó su fama gracias a él. Es mítica la anécdota de que para hacer la prueba para el primer film llegó con resaca y tras una pelea, lo cual parece que convenció a Miller. Si en la primera Gibson destacaba, aquí sencillamente es la película desprendiendo en cada plano carisma. La otrora estrella australiana emergió gracias a Max Rockatansky alternándolo con otros papeles dramáticos junto con su también compatriota Peter Weir para pegar el salto definitivo a Hollywood a través de otro loco con melena como fue Martin Riggs.
La música del compositor australiano Brian May ayuda a resaltar ese mundo industrial y primitivo al que se ha llegado y en que se desarrolla la historia, mientras la fotografía de Dean Semler convierte el desierto australiano en ese paramo postapocaliptico, con cielos sangrientos y estampas desoladoras.

La película fue la película más cara rodada en Australia y resultó ser un éxito mucho mayor que la anterior entrega. Sobre todo en Estados Unidos, donde el primer film apenas destacó en los cines, y donde se la retituló “The Road Warrior” para no confundir ni perder público.
Aunque George Miller volvió a declarar que no haría más entregas, pocos años después realizaría “Más Allá de la Cúpula del Trueno”, y casi treinta después retomaría el Universo con “Mad Max: Furia en la Carretera” en donde el rostro del protagonista cambiaría para ser el de Tom Hardy. Si bien dicho cambio pareció deberse a los problemas de entonces de Gibson, en mi opinión (y aunque Miller asegurase que es el mismo) el personaje de Hardy nunca lo he visto como el Max de Gibson, sino, precisamente, como el niño salvaje de esta película o uno de sus descendientes, gracias a la caja de música que aparece y que es la que aquí entrega Max.

“Mad Max: El Guerrero de la Carretera” es una gran película de acción donde se vuelve a advertir sobre las consecuencias de una gran guerra a la vez que muestra el cariz más primitivo del ser humano mediante emocionante escenas. Además de ello logró elevar al personaje de Max Rockatansky a los altares de los héroes de acción logrando convertirlo en Leyenda.

1 comentario en “Mad Max 2: El Guerrero de la Carretera (Mad Max 2: The Road Warrior»), de George Miller

  1. Gran reseña de una de mis películas favoritas!

    «Mad Max 2» es una cumbre del cine de acción, y sigue siendo mi película favorita de la saga. Siempre se ha elogiado la persecución del camión de «En busca del arca perdida, pero la de «Mad Max 2» (curiosamente del mismo año) está a la altura o puede que incluso por encima.

    Me encanta como Miller rueda la acción, le imprime una gran energía, y sabe donde colocar la cámara y cómo moverla como pocos directores.

    Gibson está increíble y desprende un gran carisma en cada escena (aunque Hardy es un gran actor no llega a ser tan bueno como el prota de «Arma letal» en le papel de Max).

    Me encanta como la película convierte al personaje de Max en el prototipo de antihéroe que pasa a ser un ser casi mitológico, todo un salto con respecto a la primera parte. Es que Miller subió las apuestas y mucho desde la primera entrega. No sólo está mejor filmada (contaba con mucho más presupuesto) es que a nivel de creación de universo y de personaje está a años luz. Es «Mad Max 2» la película que realmente sentó las bases de la saga y la que creó el subgénero de cine post-apocalíptico (casi nada).

    Me gusta esa reflexión de que el Max de Hardy sea el niño salvaje de esta peli.

    Enhorabuena por la reseña, está a la altura de esta gran peli.

    1 abrazo!

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