Naúfrago (Cast Away), de Robert Zemeckis

¡Enseguida vuelvo!

Cuando en 1994 logró el mayor éxito de su carrera con “Forrest Gump”, Tom Hanks ideó una historia sobre un empleado de FedEx que sufre un accidente aéreo y queda varado en una isla. El actor lo compartió con varios conocidos suyos, entre los que se encontraba la productora de la FOX, Elizabeth Gabler, quien quedó sorprendida y vio potencial para realizar una película. Así, se puso en contacto con el guionista William Broyles, Jr. (“Apollo XIII”) para que escribiese el guión, entrevistándose con especialistas en supervivencia y expertos en prehistoria como David Hollyday o Steve Watts que lo ayudasen a plantear situaciones a las que podía enfrentarse una persona del S. XXI en caso de quedarse solo en una isla desierta. Además de ello, el guionista se marchó varios días a una isla situada en el Mar de Cortés para experimentar en sus carnes la sensación de aislamiento y soledad, enfrentándose a situaciones que luego plasmaría en el guión (por ejemplo, cómo abrir un coco o hacer objetos afilados con piedras). Para dirigir la cinta, Hanks volvió a asociarse con Robert Zemeckis tras la buena relación en “Forrest Gump”, siendo el director quien recomendó modificar el final del libreto justo cuando estaba a punto de ponerse a filmar “Contact”. A mediados de 1998 el guion sufrió unos últimos retoques hasta llegar al definitivo que comenzaría a filmarse en Enero de 1999. La peculiaridad del rodaje fue que se filmó de forma lineal, logrando los permisos para rodar tanto en la Plaza Roja de Moscú como en la Isla Monuriki de las Fiyi, donde se desarrollaría el grueso del trabajo. Para que Hanks perdiese los 25 Kg que justificasen su estancia en la isla durante el periodo de cuatro años que transcurren, se interrumpió el rodaje ocho meses, en los cuales el protagonista siguió una estricta dieta y se dejó crecer el pelo, mientras Zemeckis y la mayor parte del equipo aprovecharon para rodar “Lo Que la Verdad Esconde”. El rodaje de “Naúfrago” se retomó en Abril de 2000 finalizando al mes siguiente y comenzando así las labores de posproducción referentes a efectos visuales y sonido (fundamental éste último para la cinta). En Diciembre llegaría a las pantallas el Robinson Crusoe del S. XXI.

Pérdida y Aceptación

Creo que todos hemos sentido esa sensación de insatisfacción por no encontrar nuestro lugar en un mundo que no se detiene. Ese sentimiento de vació, de sentir que el mundo avanza y no somos capaces de subirnos al tren, dejando la vida pasar. Quizás dicha sensación se haya incrementado en ésta segunda década del segundo milenio, con los dispositivos móviles absorbiéndonos de la realidad. Se dice que a veces hay que detenerse y tomar aire, mirar en nosotros mismos y encontrar esa chispa, esa pasión, ese objetivo que nos hace ser quién somos. Esto parece no tener nada que ver con la película que dirigiese Robert Zemeckis, pero fue lo que me hizo volver a ponerme la odisea de Chuck Nolan tras muchos años sin verla.

Al igual que la novela de Daniel Defoe, la cinta de Zemeckis narra una historia de supervivencia. En éste caso, el naúfrago protagonista pasa de ser una persona que vive con las más confortables comodidades para la vida a no tener ninguna facilidad para, ni siquiera, caminar. Cuando se vea solo en medio de la nada, sin poder recurrir a nadie, rodeado de naturaleza virgen, aflorará el instinto innato de supervivencia de todos los seres vivos. La inventiva que demuestra a la hora de utilizar lo que contienen los paquetes que transportaba el avión estrellado y que han llegado a la orilla es muy remarcable, con decisiones a veces drásticas (las cuchillas de los patines como remedio para el dolor de muelas). Claro que, sin duda, el elemento más memorable es el balón Wilson que se convierte en el amigo del protagonista. Al principio, Williams Broyles, Jr. lo incluyo para que sirviese como una especie de confesor o psicólogo hacia el que Chuck dirigiese sus pensamientos y también para incluir a alguien con quien hablase (se barajó la idea de piratas, pero el año anterior eso mismo se había utilizado en “Seis Días y Siete Noches”). Wilson es el Miércoles de la historia, el amigo fiel del protagonista, mediante quien puede mantener la cordura.
El otro elemento fundamental hacia el que el protagonista guarda apego es el reloj de bolsillo que le regala Kelly, su novia, justo antes de tomar el avión en que sufrirá el accidente. Dentro del mismo hay una foto de ella, hacia la que mira todas las noches para ayudarle a dormir y resistir otro día más. Kelly es el amarre emocional del protagonista, su motivo para seguir sobreviviendo. Le hizo la promesa de volver y quiere cumplirla.
También es fundamental el paquete que Chuck mantiene cerrado en toda su estancia en la isla al ver un él impresas unas alas doradas. Dicho emblema ejemplifica la fe y la esperanza como bien demuestra el que las dibuje en esa vela improvisada que fabrica con un baño portátil roto que ha llegado a la costa de su isla. Además del significado dentro de la historia, las alas funcionan para abrir y cerrar la cinta de manera sobresaliente, otorgando ese toque de cuento esperanzador en que se reafirma la idea de que siempre, a pesar de las adversidades, se abren caminos sobre los que elegir.

Robert Zemeckis logró un triunfo mayúsculo con la película, la cual tiene tres partes bien diferenciadas.
La primera presenta a Chuck, describiéndolo como un trabajador eficaz obsesionado con el tiempo. Desde el reloj que arranca cuando el pequeño Nicolai llega con el paquete en la oficina de Moscú hasta el que le regala Kelly en el coche antes de su partida, la presencia de relojes es tan constante como la cuenta atrás que machaca una y otra vez Chuck a los trabajadores para que los paquetes salgan de la oficina al aeropuerto, incidiendo en la idea del tiempo imparable y frenético en que vive toda la sociedad. De esta forma, Zemeckis rueda casi toda esta parte de manera ágil, fluida, con incontables movimientos de cámara que logren que la cinta arranque de manera tan vertiginosa como fluye el tiempo. Además, se permite utilizar planos imposibles, como es el de la vista subjetiva del paquete con las alas impresas (remarcando así su importancia en la historia). En esta parte se sientan también las bases sobre esa personalidad obsesiva y calculadora del personaje, perfecto para el trabajo pero algo torpe para las relaciones sociales (cuando no sabe cómo recomendar un doctor a su amigo; los regalos que le hace a Kelly, en especial la importancia que parece darle al busca, antecedente del móvil en los 90). A pesar de ello, la presentación de Kelly en la fotocopiadora, dándose la vuelta y mirando a Chuck con una sonrisa de oreja a oreja siempre me enternecen (Helen Hunt hace mucho con muy poco) y logran que el desenlace me resulte cruel. Esta primera parte concluye con el plato fuerte del accidente aéreo provocado por la tormenta. Una década después, Zemeckis rodaría otro accidente en el cielo en “El Vuelo” de forma soberbia (y digital), pero personalmente me quedo con el de “Naúfrago”. Es angustioso y terrorífico. Se siente la presión, el mareo, la sensación de no saber dónde estar ni poder controlar nada. Los fundidos a negro junta al sonido de las olas, las turbinas y el viento logran una de las secuencias más angustiosas que he experimentado en una sala de cine.

El bloque central describe la vivencia de Chuck en la isla y su transformación tanto físico como mental. Aquí el tono cambia y logra una película radical para los estándares comerciales de la Meca del Cine. Habremos visto a muchas estrellas enfrentarse solas en pantalla contra las adversidades (Sandra Bullock, Sam Rockwell o Matt Damon, por ejemplo), pero lo de Tom Hanks aquí era para darle todos los premios habidos y por haber. Él es el mayor efecto especial de la cinta, capaz de aguantar, con la única compañía de una pelota de voley, ochenta minutos en pantalla y que resulte interesante. En el núcleo de la cinta, el director aparca el movimiento, remarcando la sensación de pausa temporal que padece el protagonista. Los planos son mucho más estáticos y estudiados para narrar el día a día de Nolan y cómo se va adaptando su nuevo hogar, con escenas míticas como la apertura de los cocos con la piedra, la creación de fuego, el austero y sencillo entierro del piloto que aparece (y del que no recordaba su verdadero nombre) o el primer intento de salir tras ver una luz lejana que acaba en fracaso con una fea herida en el muslo. También me gusta mucho cuando sube al pico de la montaña y la cámara muestra en cenital lo pequeña que es la isla, con el protagonista sintiéndose completamente aislado y perdido. El paso del tiempo es descrito mediante una elipsis en el momento en que se produce la intervención odontológica con la cuchilla del patín. Tras caer desmayado junto al fuego por la salvajada que acaba de hacer, Chuck reaparece como un hombre delgado y barbudo que ha aprendido a pescar peces con maestría. Han pasado cuatro años y es el Rey de la Isla. Pero sigue pensando en escapar. Por eso, un año después de intentar poner fin sin éxito a su existencia, va a intentarlo por última vez contra el océano. Sus conocimientos sobre el tiempo (crea una calendario solar), así como sobre navegación (mostrados al principio del film, cuando describen su casa y se ve un diploma) lo hacen altamente competente para saber cuándo salir al mar. Tras la emocionante huida con el poder de las velas improvisadas entra un elemento ausente hasta entonces, la música. Por primera vez, en casi dos horas, la preciosa y emotiva composición de Alan Silvestri entra para anunciar el principio del fin de la odisea de soledad del protagonista, que se concluye con una de las más triste despedidas que se recuerdan y cuyo grito es de las frases más recordadas dichas por Hanks.

La última parte describe el regreso de Chuck a la vida, significando un shock tanto para él como para sus seres queridos. Ésta parte podría ser la menos conseguida para mi gusto, pues se resiente algo pesada y sin saber muy bien cómo concluir, además de poseer toda la sensiblería propia de Hollywood, la cual, afortunadamente, está bien jugada por la buena mano de Zemeckis. La recepción de Hanks en sociedad contiene toques interesantes. Por ejemplo, me gusta cómo cuando recibe el palo de la noticia de que Kelly está casada contrasta con el jolgorio del exterior y las noticias de televisión de su reaparición, así como su reacción ante la mesa llena de abundante comida cuando él se ha estado alimentando de cocos y peces (me encanta cuando coge la pata de cangrejo y le parece absurdo). Si bien años antes Clint Eastwood rodó la escena romántica bajo la lluvia de “Los Puentes de Madison” logrando que todo el público desease que Francesca (Meryl Streep) se bajase del coche, aquí el director y el guionista crean una secuencia similar de reencuentro en que parece que el amor va a triunfar a pesar de que hayan pasado cuatro años (y una vida). Chuck se marcha en coche de casa de Kelly y ésta grita su nombre. El vehículo se detiene y da marcha atrás. Chuck se baja del coche y se abraza a Kelly fundiéndose con un beso. Si, es casi pura pornografía emocional con el temazo de Silvestri subiendo a todo volumen, pero, diablos, mentiría si no afirmase que me rompe el corazón. Porque no es un beso de volver a empezar al estilo Hollywood, sino de aceptación y despedida.
Para concluir tenemos el maravilloso monólogo de Chuck, rodado sin cortes alrededor de él, donde expone el nulo control que tenía sobre la isla y cómo, a pesar de casi perder la esperanza de regresar a casa, nunca se dio por vencido.

Además de las lecturas religiosas o filosóficas que se puedan sacar, existe un trasfondo psicológico sobre la aceptación de la pérdida. La mayoría de personajes que aparecen han sufrido una pérdida. Han pasado cuatro años, y aunque para el protagonista Kelly ha sido su ancla, permaneciendo en su recuerdo inmutable, ella ha sufrido su (supuesta) muerte y ha rehecho una vida que no puede borrar (aunque fuese con el dentista, la peor decisión del guion). También el amigo y compañero de Chuck perdió a su mujer de cáncer, algo sobre lo que el propio Chuck se lamenta tanto por el hecho en sí como por no haber podido estar como apoyo y consuelo. Y, por último, la artista que firma con las alas, a la que pertenece el paquete que Chuck nunca abrió en la isla y que acaba entregando, ha sufrido un divorcio del cowboy que aparece al principio en Moscú pero sigue teniendo su estudio y trabajando en lo que le gusta.
El film también propone una reflexión ante la velocidad con que se vive, sin apenas tiempo para detenerse en uno mismo. Si ya en los recién inaugurados 2000 que se estrenó poseía vigencia, ahora, más de veinte años después, aún más. El consumismo capitalista que representa Chuck al principio por medio de entregar paquetes que conecten a las personas se descubre inservible ante la situación extrema en que se encuentra cuando despierta en la isla tras el accidente. Vivimos muy deprisa porque lo marca la sociedad en que vivimos, incapaz de pensar en las personas que la forman por mucho eslogan bienintencionado y cálido que utilicen para seguir manteniendo la maquinaria en funcionamiento. Ya cuando explotó el COVID pareció una advertencia sobre la fragilidad de nuestra especie, pero tras la pandemia la urgencia por vivir rápido y, peor aún, más egoistamente parece haber aumentado, incrementándose esa sensación de ser náufragos en el mundo.

Existen detalles y guiños que me parecen interesantes. Por ejemplo, que la cinta se abra en Moscú a mediados de los 90 con una empresa estadounidense operando allí representa la capitalización de Rusia tras el fin de la Unión Sovietica pocos años antes. El que a Chuck le entusiasme Elvis tiene sentido al ser ambos de Memphis, pero lo peculiar es que en la anterior cinta de Zemeckis y Hanks, Forrest enseñase al Rey a bailar, de igual manera que veinte años después el actor daría vida al manager del cantante en la biografía dirigida por Baz Luhrmann. Cuando Chuck y Kelly se reencuentran en la casa de ella, le muestra todo lo que lleva recopilando sobre el vuelo en que viajaba de la misma forma que hacía Jenny con los recortes sobre las hazañas de Forrest cuando éste llega a su casa al final de la película. Además, el nombre de ambos personajes poseen el mismo número de letras y coinciden en las vocales. Significó la décima colaboración entre Zemeckis y Alan Silvestri, quien compuso sólo 15 minutos de música que se escuchan en el último tramo. Para lanzar el CD de la película se decidió incluir el tema principal acompañado por los otros 9 temas de las películas correspondientes a las colaboraciones entre el director y compositor.

La película resultó un triunfo absoluto convirtiéndose en una de las cintas más taquilleras del año. Sin embargo, en los Oscars sólo recibió dos nominaciones correspondiente a Mejor Actor y Sonido, cuando perfectamente mereció nominación para Película, Director, Montaje y Guión. El triunfo casi asegurado de Hanks por coronarse como el primer actor con tres estatuillas a Mejor Actor se aguó otorgándole el premio a Russell Crowe por “Gladiator” (algo, a todas luces, excesivo viendo a los demás candidatos). Siempre he pensado que nunca se premió a Hanks porque vieron demasiado temprano el darle una tercera estatuilla, pero lo peor es que no volvieron a nominarlo hasta casi veinte años después por “Un Amigo Extraordinario” (ni por “Capitán Phillips” lo tuvieron en cuenta).

“Naúfrago” me parece un triunfo del Séptimo Arte. Es una aventura de supervivencia, una historia de amor, un cuento sobre la esperanza. Un clásico. No importa cuántos infortunios encontremos a nuestro paso, siempre amanece y quién sabe qué puede traer la marea.

2 comentarios en “Naúfrago (Cast Away), de Robert Zemeckis

  1. Me ha gustado mucho tu reseña.

    Es posiblemente la última gran película de Zemeckis, uno de mis directores favoritos, que estaba en estado de gracia por aquel entonces.

    Es una modernización de Robison Crusoe perfecta. Con ese tema de no seguir la vida según el reloj y disfrutarla plenamente, que como bien dices, está más vigente en el agitado mundo que vivimos hoy día, que en el momento de su estreno.

    El accidente de avión pone los pelos de punta (el de «El vuelo» también es excelente) y todo lo que ocurre en la isla es un prodigio (que consiga que sintamos pena por una pelota dice mucho de la película).

    Hanks está increíble, y no entiendo como no nominaron a Zemeckis y la película aquel año, sobre todo siendo el gran éxito que fue.

    Enhorabuena por tan buena reseña. Me has recordado una película que me encanta y que hace muchos años que no veo.

    1 abrazo!

    • Me alegra mucho que te haya gustado la reseña, Rodi!

      Hacía también muchos años que no veía la película y creo que me ha gustado más que nunca. Como dices, creo que su mensaje esta ahora más vigente que hace veinte años cuando se estrenó. Desde luego fue la última gran película de Zemeckis.
      Tampoco entiendo el maltrato que sufrió en los premios, podía haber tenido más reconocimiento y a Hanks ese año le birlaron el Oscar de forma injusta. Todo ello, como dices, habiéndose convertido en la película que más dinero hizo en USA después de «El Grinch», con el handicap (a priori) de tener a Hanks solo en pantalla durante cerca de 90 minutos, lo que demuestra cómo ha cambiado el público, dudo mucho que hoy una cinta así fuese tan exitosa.

      Gracias por comentar!

      Un abrazo 😉

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