D´Artagnan, un joven gascón, se dirige a Paris con el objetivo de formar parte de los Mosqueteros del Rey. En su camino tratará de impedir el secuestro de una mujer, descubriendo, inesperadamente, una trama de conspiración contra la Reina que desembocaría en guerra con Inglaterra. Para impedir que ésta se lleve a cabo contará con la ayuda de tres nuevos amigos, los mosqueteros Athos, Porthos y Aramis.
No deja de resultar curioso que la obra de Alejandro Dumas haya sido en la mayoría de los casos exportada audiovisualmente por producciones de idioma británico. “Sacré Bleu”. A saber si el escritor se lo acabaría tomando con la sorna característica de muchos de sus personajes o si por el contrario se enfurecería y le darían ganas de quemar medio Hollywood. Lo cierto es que los grandes relatos son aquellos que traspasan su región de origen y alcanzan a todo el mundo, acabando por pertenecer más al público que al cerebro que los creó, y en el imaginario popular la obra del francés (con “El Conde de Montecristo” y “Los Tres Mosqueteros” como máximos exponentes) viven en la mente de muchas personas mediante los rostros de Richard Chamberlain, Michael York, Lana Turner, Gene Kelly, Oliver Reed, Raquel Welch, Gerard Depardieu, Van Heflin, Rebecca de Mornay, Kiefer Sutherland, Matthew McFayden….
La historia del joven que anhela ser mosquetero y entabla amistad con tres grandes espadachines, además de vividores, mientras planta cara a las fuerzas del Cardenal Richelieu es una de las más conocidas del imaginario popular y todo un clásico de la novela de capa y espada (el más famoso casi se podría asegurar). El escritor, con la ayuda de su “ayudante” Auguste Maquet (quien según estudios fue quién encontró el manuscrito “Memorias de d´Artagnan”), creó una novela folletinesca de la misma manera que se siguen creando hoy las historias y las películas, adaptando los hechos a su conveniencia. Por ejemplo, Richelieu pasó de ser un brillante estratega y hombre de política a un villano que buscaba hacer la vida imposible a los protagonistas que se entrometían en sus planes por alcanzar el poder. La novela, que conocería dos secuelas (“Veinte años después” y “El Vizconde de Bragelone”, que pasaría a conocerse también como “El Hombre de la Máscara de Hierro” en producciones cinematográficas), ensalza el valor de la amistad mediante unos personajes alegres, que disfrutan tanto de beber como de luchar, y que tienen un firme código de honor para con los suyos. Por supuesto, el amor será fundamental, siendo los personajes de Constance Bonacieux y, especialmente, Milady de Winter quienes piloten alrededor de los protagonistas y hagan avanzar la acción.
El cine, desde casi su nacimiento, se ha fijado en la obra de Dumas para crear cintas de aventuras en donde se diese rienda suelta a las acrobacias de los actores que daban vida a D´Artagnan. Así, los dos máximos representantes del gascón los podemos encontrar en el espadachín y seductor del cine mudo Douglas Fairbanks y en el encantador bailarín Gene Kelly. Es la cinta que protagonizase el segundo, dirigida por George Sidney, la que mejor ha sabido mantener el espíritu de la novela y ha servido de base para la gran mayoría de adaptaciones posteriores, con la aventura de los diamantes de la Reina y la posterior venganza de Milady como hilos narrativos. Décadas después, Richard Lester adaptaría fielmente las obras de Dumas (primero con un díptico y, casi veinte años después, con la secuela de la novela), pero con un problema para mi gusto, y es que, como era habitual en el director, explotaba demasiado la comedia llegando a lograr unos films que rozaban la parodia. En los 90, los mosqueteros poseerían tanto un cariz juvenil en la (apreciada por mi) versión Disney a la vez que maduro en la adaptación de “El Hombre de la Máscara de Hierro” que protagonizase Leonardo DiCaprio. Ya entrados en el S. XXI encontramos productos que me parecen ridículos, con “El Mosquetero” de Peter Hyams o la locura pirotécnica en 3D de P. W. Anderson como principales adaptaciones, sin contar con la decepcionante serie de la BBC. Lo más llamativo es que, como he empezado, los mosqueteros franceses hablasen casi siempre idioma anglosajón en el sétimo arte. Los franceses han estado muy callados para con su compatriota Dumas, aunque no hay que olvidar que en 1961 se hizo un díptico de manos de Bernard Borderie que hizo honor al escritor y su obra y que ahora, 60 años después, tiene eco en el trabajo de su compatriota Martin Bourboulon.
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