Imparable (Unstoppable), de Tony Scott

Dos empleados del ferrocarril del Estado de Virginia se atreverán a detener un tren que transporta 39 vagones, entre los que se encuentran algunos con mercancías inflamables.

Partiendo de un hecho real acontecido en 2001 en que un tren que arrastraba 47 vagones, de los cuales algunos portaban productos químicos, quedó sin control y llegó a cruzar tres Estados hasta ser detenido 2 horas y 106 Km. después, el director Tony Scott filmó la que sería, inesperadamente, su última película.
El proyectó arrancó en 2004, cuando se buscó un director que llevase a la pantalla el guion escrito por Mark Bomback. Entre los nombres barajados destacó el de Martin Campbell, pero las negociaciones no llegaron a buen puerto y el proyecto quedó en espera hasta que entró en juego Tony Scott y su actor fetiche Denzel Washington. Scott alabó el guión de Bomback por ser una cinta de acción pura, donde se amoldaban la emoción y el suspense gracias al continuo movimiento que otorgaba la locomotora protagonista de la cinta, y accedió, junto con Washington, a rebajarse el salario. Washington, además, recomendó a Chris Pine como coprotagonista. Curiosamente la película seguiría en la carrera de ambos a otra que tenía un vehículo de railes como protagonista, en esa ocasión un vagón de metro en “Asalto al Tren Pelham 123”.

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Dune: Parte II (Dune: Part II), de Denis Villeneuve

Tres años después, y tras un retraso de unos meses sufrido a causa de la Huelga de Actores y Guionistas (que de no haberse causado bien podría haberla convertido en firme contrincante de los recientes Premios Oscars), la historia de Paul Atreides en el planeta Arrakis continúa en la gran pantalla mediante un despliegue audiovisual apabullante. Resulta curioso que ésta segunda entrega no se rodase a la vez que la primera, en consonancia con otras obras anteriores (“El Señor de los Anillos”), sino que aguardasen a ver cómo reaccionaba el público ante la nueva aproximación al mundo de Frank Herbert. El resultado no sólo fue satisfactoria a nivel económico (400 millones de dólares en una etapa post pandémica que aún no lograba despuntar del todo a nivel taquillero) sino también en forma de premios, logrando alzarse con 6 estatuillas. En vista de tales resultados, el director canadiense Denis Villeneuve y su equipo volvieron a embarcarse en una nueva aventura en el mundo desértico.

Aliado con los Fremen, Paul Atreides busca venganza contra los Harkonnen por la muerte de su padre mientras pesa sobre él la profecía que lo señala como el Mesías que liberará al pueblo oprimido e iniciará la Guerra Santa.

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Enamorarse (Falling in Love), de Ulu Grosbard

Lo más habitual en el cine romántico estadounidense es la de relatar el primer enamoramiento, cuando se es joven y afloran esos sentimientos de atracción enfermiza e inocente hacia otra persona. Sin embargo, cuando se trata de tropezar con el amor a mediada edad, en que parece que la vida está encarrilada y lo que cualquiera elude es que vengan sobresaltos inesperados, me parece uno de los temas más interesantes que puedan tratarse a la hora de contar una historia, pues introduce el que se tambaleen todos los cimientos de la cómoda cotidianidad hasta entonces. Lógicamente, en este aspecto, el tema más tratado, imposible por circunstancias de eludir, es el de la infidelidad. El tener a dos personajes ya entrados en años, parece obligar que al menos uno de ellos esté emparejado, introduciendo una capa de complejidad e incomodidad, pues toca un tema siempre candente, que, en muchas ocasiones, suaviza tratando a los protagonistas como seres idílicos que han nacido para estar juntos. A lo largo de la Historia ha habido grandes películas que abordan el tema, como por ejemplo, y especialmente en mi opinión, “Breve Encuentro” del gran David Lean, “Asignatura Pendiente” de Garci o “Los Puente de Madison” de Clint Eastwood, que esconden un regusto amargo en su desenlace más (supuestamente) afín a la realidad, defendiendo esa presunta Love Story como un paréntesis en la vida de los protagonistas, una última chispa de ilusión que los hace revivir la juventud ya lejana.
En 1984 llegó a los cines una película modesta que anudaba la credibilidad de las obras citadas con esa idealización en su desenlace, el cual, bajo mi punto de vista, es su talón de aquiles, pues traiciona el espíritu liberal que quiere defender.

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Pobres Criaturas (Poor Things), de Yorgos Lánthimos

El cineasta griego Yorgos Lánthimos parece buscar con sus obras una cierta incomodidad en el espectador, tejiendo relatos donde la moral y la ética se asomen al borde del precipicio en un Universo alternativo y surrealista. Desde la crianza obediente (y manipuladora) de los hijos hasta la obligación social de emparejarse, sus obras abarcan infinidad de temas que lanzan dardos a la sociedad a través de un tapiz surrealista. Quizás “La Favorita” sea su obra más accesible al enmarcarse dentro del cine de época, aunque sin sacrificar parte de su provocación a la hora de describir ese triángulo romántico y malsano que se desenvuelve entre la Reina y sus dos válidas. A raíz de esa cinta, los caminos del griego y la actriz Emma Stone se cruzaron y cohesionaron, sentando las bases de la que sería su siguiente obra, la adaptación de la novela de Alasdair Gray.

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Naúfrago (Cast Away), de Robert Zemeckis

¡Enseguida vuelvo!

Cuando en 1994 logró el mayor éxito de su carrera con “Forrest Gump”, Tom Hanks ideó una historia sobre un empleado de FedEx que sufre un accidente aéreo y queda varado en una isla. El actor lo compartió con varios conocidos suyos, entre los que se encontraba la productora de la FOX, Elizabeth Gabler, quien quedó sorprendida y vio potencial para realizar una película. Así, se puso en contacto con el guionista William Broyles, Jr. (“Apollo XIII”) para que escribiese el guión, entrevistándose con especialistas en supervivencia y expertos en prehistoria como David Hollyday o Steve Watts que lo ayudasen a plantear situaciones a las que podía enfrentarse una persona del S. XXI en caso de quedarse solo en una isla desierta. Además de ello, el guionista se marchó varios días a una isla situada en el Mar de Cortés para experimentar en sus carnes la sensación de aislamiento y soledad, enfrentándose a situaciones que luego plasmaría en el guión (por ejemplo, cómo abrir un coco o hacer objetos afilados con piedras). Para dirigir la cinta, Hanks volvió a asociarse con Robert Zemeckis tras la buena relación en “Forrest Gump”, siendo el director quien recomendó modificar el final del libreto justo cuando estaba a punto de ponerse a filmar “Contact”. A mediados de 1998 el guion sufrió unos últimos retoques hasta llegar al definitivo que comenzaría a filmarse en Enero de 1999. La peculiaridad del rodaje fue que se filmó de forma lineal, logrando los permisos para rodar tanto en la Plaza Roja de Moscú como en la Isla Monuriki de las Fiyi, donde se desarrollaría el grueso del trabajo. Para que Hanks perdiese los 25 Kg que justificasen su estancia en la isla durante el periodo de cuatro años que transcurren, se interrumpió el rodaje ocho meses, en los cuales el protagonista siguió una estricta dieta y se dejó crecer el pelo, mientras Zemeckis y la mayor parte del equipo aprovecharon para rodar “Lo Que la Verdad Esconde”. El rodaje de “Naúfrago” se retomó en Abril de 2000 finalizando al mes siguiente y comenzando así las labores de posproducción referentes a efectos visuales y sonido (fundamental éste último para la cinta). En Diciembre llegaría a las pantallas el Robinson Crusoe del S. XXI.

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The Killer, de David Fincher

A pesar de que la plataforma decidiese cancelar la magnífica “Mindhunter”, el idilio entre Fincher y NETFLIX continua. La libertad ofrecida por la empresa de streaming es lo que más interesa al director para rodar sus proyectos. Tras su acercamiento en torno a la creación del guión de “Ciudadano Kane” centrándose en la figura de Herman J. Mankiewicz, Fincher cambia de tercio para crear otro de sus thrillers juguetones donde importa más la forma que el contenido.

Un asesino a sueldo comete un error en su último trabajo y eso conllevará unas consecuencias que lo obligarán a tomar cartas contra quien le contrató.

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Los Asesinos de la Luna (Killers of the Flower Moon), de Martin Scorsese

Que Estados Unidos se forjó sobre la sangre de quienes habitaban sus tierras es algo ya conocido. Los clásicos relatos de indios y vaqueros que ayudaban a engrandecer la leyenda de la conquista del Oeste no eran sino un ensalzamiento a los colonos recién llegados que soñaban con hacerse con la riqueza de la tierra. Como bien dicen en “El Hombre que mató a Liberty Valance”, si debes elegir entre la leyenda y la verdad elige la leyenda. Pues con la Historia ha pasado lo mismo, se han idealizado civilizaciones y personas que no eran tan heroicos cómo los pintaban. Cito la obra del maestro John Ford porque fue uno de los directores de películas que más explotaron esa lucha entre blancos y pieles rojas, algunas de ellas con el tono propagandístico de la época en que se realizaron, aunque con obras en su haber que también criticaron el racismo predominante en dichas producciones (“El Sargento Negro”). En los 70, con la explosión del Nuevo Hollywood existieron voces que trataron de denunciar el expolio del pueblo nativo americano, como por ejemplo “Soldado Azul” de Ralph Nelson o “Pequeño Gran Hombre” de Arthur Penn, además del famoso episodio en los Oscar en que Marlon Brando mandó a una activista de los derechos del pueblo indio para recoger su premio y, de paso, denunciar el daño causado hacia el mismo. Ya con los años se ha ido haciendo un poco de autocrítica aplicando el tan consabido y actual revisionismo histórico, demostrando en este aspecto que los nativos americanos ni eran más sanguinarios ni más crueles que los invasores que buscaban arrebatarles sus tierras. En estas, el periodista David Grann, autor de “Z, la Ciudad Pérdida”, realizó una trabajo de investigación sobre los crímenes acontecidos sobre el pueblo Osage en Oklahoma a principios del S. XX. Tras sufrir dos expulsiones de sus tierras, la tribu se encontró en la árida y desértica Oklahoma sin más esperanza que la de intentar vivir en paz. Un golpe de suerte quiso convertirlos en la tribu más rica del país gracias al petroleo que encontraron y que los convirtió en la diana de aquellos que pensaban que habían sido bendecidos injustamente y no eran dignos de dicha fortuna. Comenzaron entonces una serie de asesinatos que buscaban robarles todo privilegio sobre las tierras y que pasaran a manos de los blancos que habían conseguido adentrarse dentro de las familias por medio del matrimonio. Todo esto es narrado por Grann mediante un estilo objetivo en que narra, además, la creación del FBI y cómo fueron desenmascarándose los artífices del sangriento complot.
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El Último Samurái (The Last Samurai), de Edward Zwick

El cine épico histórico o de batallas volvió a alcanzar gran popularidad en Hollywood a mitad de los 90 y principio de los 2000 con títulos como “Braveheart”, “Gladiator”, “Troya”, la Saga de “El Señor de los Anillos”, “Alejandro Magno” o “300”, la cual bien podría marcar el ocaso de dicha fama. Entre ellas, ocupa un lugar de relevancia la producción que levantase Tom Cruise sobre los últimos días de los samuráis.
Para diseñar la historia del film se tomaron como referencia a los personajes de Takamori Saigo, líder de la Rebelión Satsuma que pondría fin a la participación de los samuráis tanto en la vida política como militar de Japón, y a Frederick Townsed Ward, mercenario norteamericano encargado de adiestrar y modernizar al ejercito japonés a mediados del S. XIX. El precursor del proyecto fue Vincent Ward, quien tanteó a Francis Ford Coppola o Peter Weir para que se encargasen de dirigirlo. Ante la negativa de los mismos fue el director Edward Zwick quien acabaría interesándose y encargándose del proyecto. El tratamiento de la historia fue labor de John Logan, quien ya había demostrado notorias dotes para crear una historia épica ambientada en periodos históricos en el oscarizado peplum de Ridley Scott. El último empujón para hacer avanzar al proyecto lo dio su estrella protagonista, Tom Cruise, quien eligió ésta por encima de “Cold Mountain” al sentirse más atraído por la cultura japonesa. El rodaje se desarrolló en gran parte en Nueva Zelanda en una época en que el país ofrecía ventajosas posibilidades económicas para atraer los rodajes (buena muestra de ello es la Trilogía de Peter Jackson). También se eligió el país por las similitudes entre el monte Taranaki con el Monte Fuji y por los verdes paisajes que ofrecía la región.
El reparto se completó con interpretes japoneses, y para realizarla, tanto Zwick como Cruise se preocuparon en trasladar fielmente la cultura japonesa, documentándose mediante la lectura de obras como visionando películas de autores japoneses, con Kurosawa a la cabeza.

Nathan Algren es un capitán del ejercito norteamericano que luchó junto al General Custer en la batalla de Gettysburg y participó en las matanzas contra el pueblo indio. Su fama en dichas contiendas le hace ser elegido por un importante empresario japonés para que modernice al ejercito de Japón y ponga fin a la rebelión de los samuráis liderada por Katsumoto que impiden el desarrollo del progreso en el País. Tras una batalla, Algren cae prisionero de Katsumoto, con quien mantendrá conversaciones y aprenderá un estilo de vida que lo hará ver el conflicto desde otra perspectiva.

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El Imperio de la Luz (Empire of Light), de Sam Mendes

Al inicio de la década de los 80 en la costa del Sur de Inglaterra dos personas vivirán una historia de amor con el cine donde trabajan como telón de fondo y testigo de la misma.

En poco más de veinte años Sam Mendes se ha creado una solida carrera tras las cámaras con apenas nueve películas (si no contamos su debut televisivo con “Cabaret”). Su estilo labrado en el teatro de sacar el mayor provecho de los actores que se ponían bajo sus órdenes mientras lograba un perfeccionismo estético que hacía de cada obra suya un deleite para la vista gracias a los directores de fotografía con los que ha colaborado (desde Conrad L. Hall hasta Roger Deakins) le han ganado el respeto de la industria. Su talento escénico lo llevó incluso a dirigir la entrega Bond más laureada de la historia (“Skyfall”) así como la siguiente (“Spectre”), con un tono menos impostado y acorde a la etapa más desenfada del personaje. Personalmente siempre tendré como su mejor película esa maravilla titulada “Camino a la Perdición”, donde lograba estampas que rememoraban los cuadros de Hopper para narrar una historia de padres e hijos mediante un relato de cine negro en el Chicago de los 30, pero el resto de su filmografía ma parece igual de remarcable, con momentos de lo mejor del cine americano de las últimas décadas. Es cierto, quizás, que sus historias hayan perdido un cierto tono crítico o de desencanto (como ya se vislumbraba en “American Beauty”, “Jarhead” o “Revolutionary Road”) para decantarse por la esperanza, la bondad y el heroísmo (ahí están la citada cinta protagonizada por Tom Hanks, “Away we Go”, sus dos Bonds o “1917”). Con su novena cinta se sube a la ola de otros autores de homenajear el poder del cine como elemento redentor y de escape.

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Las Dos Caras de la Verdad (Primal Fear), de Gregory Hoblit

Un prestigioso abogado de Chicago decide defender al presunto asesino del Arzobispo de la ciudad.

El género negro, ya sea de terror y suspense o detectivesco, siempre ha tenido parte de su atractivo en ofrecer un final sorprendente e inesperado (que se lo digan a la maestra Agatha Christie). Muchas películas deben su fama a ese “twist” narrativo que deja boquiabierto y pensando en lo que se acaba de ver durante días, semanas o incluso años. Hitchcock o Billy Wilder supieron llevarlo a cabo de manera magistral mediante dos adaptaciones literarias (“Psicosis”; “Testigo de Cargo”) y tras ellos otros hicieron suyo dicho giro sorpresa como rasgo significativo de sus obras (Shyamalan o Nolan son los dos máximos exponentes actuales del cine mainstream). Durante los 90 muchos títulos utilizaron el giro final de manera sublime, engrandeciendo el relato (“El Silencio de los Corderos”; “Seven”; “Sospechosos Habituales”). Entre ellas destaca de manera menos acertada, pero no por ello inestimable, la cinta de abogados protagonizada por Richard Gere.

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